Máquina del Tiempo

THE TIME MACHINE


LA MAQUINA DEL TIEMPO DE H.G. WELLS

La máquina del tiempo (The Time Machine) es una novela de ficción del escritor británico Herbert George Wells, publicada por primera vez en Londres en el año 1895 por William Heinemann. Consta de dieciséis capítulos y un epílogo. Está basada en la teoría del Eternalismo.

Al contrario que Julio Verne, padre del detalle y la explicación minuciosa, Wells describe (a propósito) la máquina de modo superficial y a la ligera, con algunas pinceladas de color (como cuando comenta que tenía partes de metal, cristal de roca y marfil), que dejan al lector con curiosidad por saber más del invento y su mecanismo.

 

 



Fue la primera novela de uno de los considerados como padres de la ciencia ficción y, con su mezcla de aventuras y doctrina social y política, alcanzó un notable éxito, contribuyendo así a la estabilidad de Wells, que a partir de ese momento pudo dedicarse plenamente a la escritura. Una parte del libro, la que versa sobre la explicación del invento y en la que se discute sobre la cuarta dimensión, fue publicada en el año 1893 en el Henley's National Observer. El escritor desarrolló el resto de la novela, que trata de las aventuras del Viajero a través del Tiempo en el futuro dos años después, tarea que le llevó escasos quince días.

Con esta obra, Herbert George Wells inauguraba la temática del viaje a través del tiempo, si bien el autor no entra en las paradojas temporales, ya que en La máquina del tiempo prima la finalidad moralizadora.


ARGUMENTO

Ante el escepticismo de sus amigos, un científico de finales del siglo XIX logra descubrir las claves de la denominada «cuarta dimensión» (el Tiempo) y construye un vehículo que le permite viajar físicamente a través del mismo. Mientras tanto sus amigos se reúnen en su casa, pero en una ocasión el anfitrión no aparece. Luego de esperar un rato, sus amigos lo ven entrar en un estado calamitoso. Les cuenta la historia de cómo viajó a través del tiempo: con la intención de conocer el futuro de la humanidad se desplazó hasta el año 802.701, pero lejos de encontrar una sociedad en la plenitud de su desarrollo, ve un mundo en decadencia habitado en su superficie por unos seres hedonistas (los Eloi), pero sin escritura, inteligencia ni fuerza física. El Viajero supone que así debió de terminar la humanidad tras resolver todos sus conflictos existenciales, sin embargo, poco después descubre que estos seres viven con un inmenso miedo al subsuelo y a la oscuridad. El subsuelo está dominado por unas siniestras criaturas, los Morlock, otra rama de la especie humana que se ha habituado a vivir en las tinieblas y sale de noche para alimentarse de los Eloi que captura. Tras hacer algunas exploraciones por los alrededores a su llegada al futuro, vuelve al lugar donde dejó la máquina del tiempo, pero ya no está; más tarde se percatará de que los Morlock la han encerrado en el pedestal de una estatua que representa a una Esfinge situada en el lugar donde apareció el Viajero del tiempo. Hace todo lo posible para encontrar un modo de recuperarla, y se encuentra con una enorme construcción, el Palacio de Porcelana Verde, un museo en ruinas. Allí recoge herramientas para abrir las puertas de bronce del pedestal de la estatua de la esfinge, pero cuando vuelve descubre que ya está abierta. Entra en ella, encuentra su máquina, y descubre que todo fue una trampa, pero escapa con su máquina antes de que los Morlock lo capturen. Tras abandonar esta era, el protagonista continúa su viaje avanzando aún más en el tiempo hasta llegar al borde de la finalización de la vida en el planeta Tierra, con una nueva era glaciar que casi destruye toda la civilización. Luego de millones de años, ve cómo el sol se detiene sobre el cielo en un crepúsculo eterno. Exhausto y atemorizado, vuelve a su época y le cuenta la historia a sus compañeros. Nadie cree su historia, pero uno de los tertulianos habituales vuelve el día siguiente y ve cómo el viajero toma ciertas cosas de su laboratorio (entre ellas una cámara) y parte hacia el futuro. Aquel hablante, presente en la fuga del Viajero, comenta que aquello ocurrió hace más de tres años. Hoy en día espera al Viajero para preguntarle acerca de su nueva aventura.






COMENTARIO

Aunque con grandes similitudes con el género de ciencia ficción, La máquina del tiempo debe encuadrarse en las novelas de tipo alegórico, ya que la intención doctrinal de la obra pesa más que la fantasía científica. Así, la novela de H.G. Wells queda abierta a diferentes interpretaciones, aunque la más común es la que ve esta obra como una llamada de atención a la responsabilidad de los hombres en el devenir de la humanidad. Llevando las cosas al extremo, las diferencias entre la clase obrera y las clases pudientes podría desembocar en un futuro lejano en el mundo retratado en el libro, con dos "degeneraciones" de los hombres sin cualidades humanas y enfrentadas entre sí. Los siguientes párrafos del capítulo trece son esclarecedores:

«Me afligió pensar cuán breve había sido el sueño de la inteligencia humana. Habíase suicidado. Se había puesto con firmeza en busca de la comodidad y el bienestar de una sociedad equilibrada con seguridad y estabilidad, como lema; había realizado sus esperanzas, para llegar a esto al final. Alguna vez, la vida y la prosperidad debieron alcanzar una casi absoluta seguridad. Al rico le habían garantizado su riqueza y su bienestar, al trabajador su vida y su trabajo. Sin duda en aquel mundo perfecto no había existido ningún problema de desempleo, ninguna cuestión social dejada sin resolver. Y esto había sido seguido de una gran calma.
Una ley natural que olvidamos es que la versatilidad intelectual es la compensación por el cambio, el peligro y la inquietud. Un animal en perfecta armonía con su medio ambiente es un perfecto mecanismo. La naturaleza no hace nunca un llamamiento a la inteligencia, como el hábito y el instinto no sean inútiles. No hay inteligencia allí donde no hay cambio ni necesidad de cambio.Sólo los animales que cuentan con inteligencia tienen que hacer frente a una enorme variedad de necesidades y de peligros.
Así pues, como podía ver, el hombre del Mundo Superior había derivado hacia su blanda belleza, y el del Mundo Subterráneo hacia la simple industria mecánica. Pero aquel perfecto estado carecía aún de una cosa para alcanzar la perfección mecánica: la estabilidad absoluta. Evidentemente, a medida que transcurría el tiempo, la subsistencia del Mundo Subterráneo, como quiera que se efectuase, se había alterado. La Madre Necesidad, que había sido rechazada durante algunos milenios, volvió otra vez y comenzó de nuevo su obra, abajo. El Mundo Subterráneo, al estar en contacto con una maquinaria que, aun siendo perfecta, necesitaba sin embargo un poco de pensamiento además del hábito, había probablemente conservado, por fuerza, bastante más iniciativa, pero menos carácter humano que el Superior. Y cuando les faltó un tipo de carne, acudieron a lo que una antigua costumbre les había prohibido hasta entonces. De esta manera vi en mi última mirada el mundo del año 802.701. Esta es tal vez la explicación más errónea que puede inventar un mortal. Esta es, sin embargo, la forma que tomó para mí la cosa y así se la ofrezco a ustedes.»

En relación con lo anterior, cuando el viajero y sus colegas conjeturan sobre lo que se encontraría en un viaje al futuro, más de uno se muestra convencido de que se toparían con una sociedad comunista plenamente desarrollada. De hecho, tal es la creencia del viajero poco después de bajar del vehículo.

Llama también la atención la pérdida de lo que comúnmente se llama cualidades humanas. Esto se ve especialmente en el episodio en el que Weena padece un calambre mientras está tomando un baño y, a pesar de sus gritos de desesperación, sus semejantes no hacen nada por rescatarla. Lo mismo sucede con la inteligencia, que parece haberse desvanecido, o la valentía, ya que la nueva especie parece del todo incapaz de enfrentarse con sus enemigos. "El Hombre no había seguido siendo una especie única, sino que se había diferenciado en dos animales distintos; las graciosas criaturas del Mundo Superior no eran los solos descendientes de nuestra generación, sino que aquel Ser, pálido, repugnante, nocturno, que había pasado fugazmente ante mí, era también el heredero de todas las edades", escribe Welles en el capítulo ocho respecto a los otros seres, los morlock.

Otro aspecto destacado de La máquina del tiempo es el del fin de la humanidad, un aspecto sobre el que Wells era pesimista a la hora de escribir la novela porque, como recordará en un prólogo con motivo de una reedición, "los geólogos y astrónomos de aquel tiempo nos decían las más escalofriantes mentiras sobre el inevitable enfriamiento del mundo y la pérdida de la vida y la desaparición de la humanidad que iba a traer como consecuencia". El novelista señala que aquellos expertos profetizaron que "el exterminio de toda la gama de la vida" iba a sobrevenir "en un millón de años, o acaso menos", predicción que coincide con la secuencia temporal de la novela. Así, en su primera parada el viajero deja patente el clima cálido que predomina ("la tierra entera se había convertido en un jardín", dice), y atribuye este hecho a que algún planeta ha sido absorbido por el sol. Avanzando en el tiempo el viajero encuentra un paisaje muy diferente, con la Tierra reposando "con una de sus caras vuelta hacia el sol", un astro que va atrayendo al planeta.

Como curiosidad, no está de más destacar que, al igual que Wells hiciera con La guerra de los mundos, donde fantaseó con la idea de imaginar la devastación de lugares familiares, en La máquina del tiempo tiene la posibilidad de imaginar cómo serán esos mismos paisajes en un futuro lejano. Así, en la obra se nombran lugares como Wimbledon, el valle del Támesis, Combre Wood, Wandsworth o Batterseaf, entre otros. Además, el escritor introduce en la trama un museo en ruinas con algunos elementos conocidos por la civilización del viajero.


ADAPTACIONES CINEMATOGRAFICAS

El relato de H.G. Wells ha sido objeto de al menos cinco  adaptaciones cinematográficas y para televisión, así como objeto de diversas secuelas literarias.

Entre las adaptaciones llevadas al cine destacan la realizada en el año 1960 por George Pal bajo el mismo título La Máquina Del Tiempo. También merece la pena subrayar la realizada por Simon Wells, descendiente del escritor, titulada La máquina del tiempo en el año 2002, con excelentes adaptaciones musicales e instrumentos de inicios del siglo XIX.

Otra película es Los pasajeros del tiempo, de 1979 dirigida por Nicholas Meyer y que la protagonizan Malcom Macdowell y Mary Steenburgen.


LA MAQUINA DEL TIEMPO DESDE LA OPTICA DE LA CIENCIA

En 1895, al comienzo de su carrera como novelista, el periodista y sociólogo inglés Herbert George Wells (1866-1946) publicó la novela The Time Machine, que se transformaría en texto un clásico y precursor de la literatura de ciencia ficción. En la novela, el protagonista, the time traveller, expresaba: [El hombre civilizado] puede vencer la gravedad utilizando globos, ¿por qué no le sería entonces posible también detener o acelerar su fluir por la dimensión temporal, o incluso revertirlo y viajar hacia atrás en ella?.

Cien años después de la aparición de The Time Machine la humanidad ha vencido la gravedad no sólo mediante globos sino con máquinas que pesan cientos de toneladas. Aviones que alcanzan velocidades supersónicas, satélites artificiales que orbitan la Tierra, sondas espaciales que exploran la superficie de otros planetas y llegan hasta los confines del sistema solar, constituyen ejemplos adicionales del dominio de la naturaleza adquirido desde la época de Wells. ¿Pero qué ha sucedido con la dimensión temporal? ¿Admiten las leyes de la física, tal como se conocen en el presente, la posibilidad de construir máquinas del tiempo?

La teoría que en principio permite esbozar una respuesta a la pregunta de Wells es la Relatividad General, que fue enunciada por Albert Einstein apenas 20 años después de la publicación de la primera edición de The Time Machine. Einstein postuló, en contra de lo pensado hasta entonces, que la estructura geométrica del espacio y del tiempo no es absoluta sino que está determinada por la distribución de masa y energía existente en el Universo. Esto significa que la distancia entre dos puntos del espacio-tiempo es alterada por la presencia de cuerpos masivos o energéticos. ¿Pero puede dicha alteración ser suficiente como para que al recorrer una pequeña distancia en un tiempo corto de acuerdo con nuestro reloj podamos alcanzar puntos que están muy alejados, tanto en el espacio como en el tiempo, para otros observadores? ¿Puede suceder que, acaso, el tiempo se distorsione al punto de que podamos alcanzar nuestro pasado?

Responder a estas preguntas implica entender la naturaleza misma del espacio y el tiempo. Estas preguntas están relacionadas con otras, de tipo filosófico, como ¿Qué son el espacio y el tiempo? ¿Existe el pasado? ¿Existe el futuro? ¿Si el pasado y el futuro existen, son modificables desde el presente? ¿Somos libres o nuestras acciones están determinadas?
 
En la teoría Newtoniana del espacio y el tiempo, el primero es como un escenario vacío en el que ocurren los eventos, y el segundo es como un fluido, constante, que recorre todo el espacio permitiendo el cambio. Aunque podemos formular una teoría Newtoniana de la gravitación en un lenguaje de 4 dimensiones, 3 espaciales y 1 temporal, no podemos dentro de esa teoría desplazarnos por la dimensión temporal como podemos hacerlo por las dimensiones espaciales. Nos movemos en las dimensiones espaciales respecto de la dimensión temporal. Esto es, para ir de la posición A a la B debemos adquirir una velocidad V que debe ser diferente de cero respecto de A. Si queremos movernos en el tiempo, esto es, ir del instante t1 al instante t2, deberíamos adquirir velocidad respecto a una quinta dimensión, un "super-tiempo". Así, por ejemplo, nos moveríamos a 12 segundos por segundo, donde el primero "segundo" pertenece al tiempo y el segundo "segundo" al "super-tiempo". No hay evidencia alguna de que tal "super-tiempo" exista. De hecho, aunque existiese, una máquina del tiempo como la que imaginó H.G. Wells, jamás podría funcionar.

La razón es muy sencilla. La máquina posee una palanca: si se mueve hacia delante, avanza hacia el futuro, si se mueve hacia atrás, retrocede al pasado. La máquina siempre permanece en el mismo lugar del espacio. Es obvio que al no moverse la máquina, en los instantes anteriores y posteriores al accionarse de la palanca, el lugar ocupado por la máquina estará ocupado por la propia máquina, que entonces colisionará con ella misma. Esto nos muestra, que si el viaje en el tiempo es posible, debe implicar siempre un viaje en el espacio también.

Los elementos para poder pensar seriamente en la posibilidad física del viaje en el tiempo sólo comenzaron a aparecer con la formulación de la teoría general de la relatividad por Albert Einstein (1879-1955, Fig.2), en noviembre de 1915. Las ecuaciones de Einstein relacionan la geometría (en palabras técnicas, la métrica, o sea la forma en la cual se miden las distancias) del espacio-tiempo con el contenido de energía e impulso de los sistemas físicos que lo forman. El espacio-tiempo fue introducido en 1907 por el matemático Herman Minkowski (1864-1909) y puede definirse con el conjunto de todos los eventos que suceden a todas las cosas. Un evento es un cambio en el estado de una cosa. O sea, que todo lo que ha sucedido, sucede, o sucederá son elementos, o puntos, del espacio-tiempo. Einstein mostró que la geometría de ese conjunto está determinada por la ontología, esto es, el tipo de cosas que existen. Sus ecuaciones permiten calcular la métrica, y por tanto la forma de medir las distancias en el espacio-tiempo, si se conoce la cantidad de la energía y el impulso de las cosas concretas.